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Ángel Sanz Briz, el Ángel de Budapest

 Tomado de: http://www.aleteia.org/es/

El ingenio del Schindler español para salvar judíos

Ángel Sanz Briz, embajador en Bucarest en 1944, urdió un plan para rescatar a más de 5.200 hebreos del exterminio nazi

“A lo largo de su carrera, mi padre siempre nos decía: lo que tuve el privilegio de hacer en Budapest, es lo más importante que he hecho en mi vida”. Así lo desvelaba su hija Adela de su padre, Ángel Sanz Briz, el diplomático español que salvó del exterminio a más de 5.200 judíos cuando comandaba en 1944 la Embajada española en Budapest. La ciudad estaba ocupada por los nazis y, viendo su final, querían acabar el holocausto de los hebreos y otras etnias con el que habían asolado Europa.
Reconocido posteriormente como “El Ángel de Budapest”, este Schindler español vio la luz en Zaragoza el 28 de septiembre de 1910 de una familia de militares y comerciantes. Estudió Derecho y accedió a la Escuela Diplomática en 1943. Previamente, con el comienzo de nuestra contienda civil, se alistó voluntariamente en el ejército de Franco para acabar en El Cairo tras la resolución del conflicto, que fue su primer destino diplomático. En 1942 abandonó la capital egipcia para engrosar la legación húngara. Llegaba recién casado y asistió al ocaso sangriento del nazismo, contemplando como eran deportados multitud de judíos húngaros a los campos de exterminio para ejecutar la Solución final de Hitler. Todo esto hería la humanidad del cristiano Sanz Briz que hacia gestiones para taponar, aunque fuera débilmente, esa hemorragia de seres humanos hacia las cámaras de gas.


El decreto salvador

Primeramente, junto con el embajador Miguel Ángel de Muguiro, consulta con Madrid las actuaciones a llevar a cabo, pero no tuvo respuesta. En este sentido, había un precedente con el secretario de la embajada en Berlín, Federico Olivar, que había solicitado también apoyo al Ministerio de Asuntos Exteriores para ayudar a los judíos.
De Muguiro rescata un viejo decreto de Primo de Rivera de 1924 que permitía conceder la nacionalidad española a los descendientes de los sefardíes expulsados de España por los Reyes Católicos, con el que tramita el desplazamiento de más de 500 niños a Tánger antes de que fueran exterminados. Los alemanes desconocían que esta ley fue derogada por la Segunda República en 1931, pero cursaron su disgusto a Madrid por la maniobra del embajador español, por lo que tuvo que abandonar la legación y Sanz Briz se convierte en su responsable principal.
Junto con Giorgio Perlasca (de quién se hizo la película El cónsul Perlasca), a quien Sanz Briz nacionaliza y ficha para la Embajada, decide perfeccionar el plan para continuar con la salvación de los judíos. En éste entran en juego los contactos con diplomáticos de otros países, como el embajador sueco Raoul Wallenberg, quien fue a Budapest con la misión de salvar judíos (a él se le atribuye la vida de unos 40.000). Sanz Briz cooperó también con el nuncio apostólico Angelo Rota, el cónsul suizo Carl Lutz y muchos otros diplomáticos que mantenían una red clandestina de salvamento.


Genio aragonés

Briz envió al gobernador nazi Adolf Eichmann una jugosa donación de dinero para salvaguardar la seguridad física de los españoles por parte de las SS y obtener visados para los sefardíes. Los nazis concedieron 200 salvoconductos y Briz y su organización los multiplicaron por más de 5.200.
Años más tarde el diplomático zaragozano narró este “extraño” crecimiento al convertir las dos centenas para individuos en otras tantas  para familias, pues se descompuso la numeración de cada documento en varias letras del abecedario, con lo que se ampliaba enormemente la cantidad de beneficiados, la mayoría de ellos no eran descendientes de sefardíes. El único requisito era no superar el número 200.
Con la vorágine nazi por el curso opuesto de la guerra para sus intereses y por el maléfico afán de acabar con el mayor número de judíos, el diplomático tuvo que alquiler alojamientos para cobijar, alimentar y atender médicamente a los que facilitaba documentos la organización. Recluidos en los lugares la mayor parte del tiempo, los refugiados esperaban sólo los medios de transporte que les llevaran a un país seguro, de cuyos trámites se encargaba Briz, Perlasca y el resto de la red que habían establecido.


Nuevos destinos

De regreso a España, el aragonés no recibió ninguna felicitación ni censura por su labor. Entre 1946 y 1960 estuvo al frente de varias embajadas, legaciones y consulados, entre ellas, la de Lima, Berna, Vaticano y Bayona. En 1960, fue nombrado embajador en Guatemala, donde recibió la Gran Cruz de la Orden del Quetzal. En 1962, fue destinado a Estados Unidos, donde desempeñó el cargo de cónsul general en Nueva York. Años más tarde, en la Embajada de Holanda, le concedieron la Gran Cruz de la Orden de Orange-Nassau. A continuación, pasó unos años en Bélgica, y en 1973 se estableció en China para ser el primer embajador español en Pekín, ante el régimen de Mao Tse-Thung. Su último destino fue el Vaticano, en 1976, como embajador de España ante la Santa Sede, donde le concedieron la Gran Cruz de la Orden de San Gregorio Magno.
En este último destino romano, Ángel Sanz Briz muere en 1980 unos meses antes de cumplir setenta años. Los sefarditas, utilizando su nombre de pila, le pusieron el sobrenombre de “Ángel de Budapest”. En 1991, los herederos de Briz recibieron el título de “Justo entre las Naciones” de manos del Museo del Holocausto Yad Vashem, de Israel, y reconoció su benefactora y desinteresada acción, inscribiendo su nombre en el memorial del Holocausto junto a otros héroes, como el sueco Wallenberg y el alemán Schindler.


Otros españoles “salvajudíos”

El Muro de Honor del Jardín de los Justos en Jerusalén contiene los nombres de unas 22.000 personas a las que reconocen el mérito de haber salvado a hebreos. Ningún español fue incluido antes de que nuestro país estableciera relaciones diplomáticas con Israel, pero posteriormente fueron reconocidos, además de Sanz Briz, José Ruiz Santaella, agregado de la Embajada española en Berlín, y su mujer Carmen Schrader. En octubre de 2007, lo fue Eduardo Propper de Callejón (1895-1972), que como diplomático en París ayudó a escapar a miles de judíos franceses.
En 2008, la Fundación Raoul Wallenberg propuso para Justos entre las Naciones a otros tres diplomáticos españoles: Julio Palencia, Bernardo Rolland de Miota y Sebastián Romero Radigales.
En 2001, Berndt Rother (Franco y el Holocausto) estimaba entre 20.000 y 35.000 los judíos que salvaron su vida gracias a actuaciones de españoles.

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