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“Nuestra identidad como creyentes es la de peregrinos hacia la tierra prometida. El Señor acompaña siempre esta historia”, el Papa en la misa de Nochebuena

Artículo tomado de: http://www.news.va/es/news/nuestra-identidad-como-creyentes-es-la-de-peregrin

el Papa en la misa de Nochebuena

2013-12-25 Radio Vaticana

(RV).- (Audio de la crónica radial y video) La noche del martes en una Basílica de San Pedro repleta de fieles, el Papa Francisco celebró la primera misa de gallo de su pontificado. El Obispo de Roma empezó su homilía citando la profecía de Isaías «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1): conmovedora, especialmente en esta Noche de Navidad. Nos conmueve, observó el Papa, porque dice la realidad de lo que somos: un pueblo en camino, y a nuestro alrededor –y también dentro de nosotros– hay tinieblas y luces. Y en esta noche, cuando el espíritu de las tinieblas cubre el mundo, se renueva el acontecimiento que siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una gran luz. Una luz que nos invita a reflexionar en este misterio: misterio de caminar y de ver.

El Pontífice reflexionó asimismo sobre nuestra identidad como creyentes, que es la de peregrinos hacia la tierra prometida. El Señor acompaña siempre esta historia. También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras. Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera.

La gracia que ha aparecido en el mundo es Jesús, nacido de María Virgen, Dios y hombre verdadero, reflexionó Francisco, notando además que Él ha venido a nuestra historia, ha compartido nuestro camino. Ha venido para librarnos de las tinieblas y darnos la luz. En Él ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura del Padre: Jesús es el Amor hecho carne. Los pastores fueron los primeros que vieron esta “tienda”, que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús. Fueron los primeros porque eran de los últimos, de los marginados. Y fueron los primeros porque estaban en vela aquella noche, guardando su rebaño. Que en esta Noche compartamos la alegría del Evangelio: Dios nos ama, nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas.

“No teman”, repitió Francisco a todos. “Nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es nuestra paz”.

(RC-RV)

Texto completo de la homilía del Papa Francisco

«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1).

Esta profecía de Isaías no deja de conmovernos, especialmente cuando la escuchamos en la Liturgia de la Noche de Navidad. No se trata sólo de algo emotivo, sentimental; nos conmueve porque dice la realidad de lo que somos: somos un pueblo en camino, y a nuestro alrededor –y también dentro de nosotros– hay tinieblas y luces. Y en esta noche, cuando el espíritu de las tinieblas cubre el mundo, se renueva el acontecimiento que siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una gran luz. Una luz que nos invita a reflexionar en este misterio: misterio de caminar y de ver. Caminar. Este verbo nos hace pensar en el curso de la historia, en el largo camino de la historia de la salvación, comenzando por Abrahán, nuestro padre en la fe, a quien el Señor llamó un día a salir de su pueblo para ir a la tierra que Él le indicaría. Desde entonces, nuestra identidad como creyentes es la de peregrinos hacia la tierra prometida. El Señor acompaña siempre esta historia. Él permanece siempre fiel a su alianza y a sus promesas. «Dios es luz sin tiniebla alguna» (1 Jn 1,5). Por parte del pueblo, en cambio, se alternan momentos de luz y de tiniebla, de fidelidad y de infidelidad, de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo peregrino y de pueblo errante.

También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras. Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera. «Quien aborrece a su hermano –escribe el apóstol San Juan– está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos» (1 Jn 2,11). 2. En esta noche, como un haz de luz clarísima, resuena el anuncio del Apóstol: «Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11).

La gracia que ha aparecido en el mundo es Jesús, nacido de María Virgen, Dios y hombre verdadero. Ha venido a nuestra historia, ha compartido nuestro camino. Ha venido para librarnos de las tinieblas y darnos la luz. En Él ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura del Padre: Jesús es el Amor hecho carne. No es solamente un maestro de sabiduría, no es un ideal al que tendemos y del que nos sabemos por fuerza distantes, es el sentido de la vida y de la historia que ha puesto su tienda entre nosotros. 3. Los pastores fueron los primeros que vieron esta “tienda”, que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús. Fueron los primeros porque eran de los últimos, de los marginados. Y fueron los primeros porque estaban en vela aquella noche, guardando su rebaño. Con ellos nos quedamos ante el Niño, nos quedamos en silencio. Con ellos damos gracias al Señor por habernos dado a Jesús, y con ellos, desde dentro de nuestro corazón, alabamos su fidelidad: Te bendecimos, Señor, Dios Altísimo, que te has despojado de tu rango por nosotros. Tú eres inmenso, y te has hecho pequeño; eres rico, y te has hecho pobre; eres omnipotente, y te has hecho débil.

Que en esta Noche compartamos la alegría del Evangelio: Dios nos ama, nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas. El Señor nos dice una vez más: “No teman” (Lc 2,10). Y también yo les repito: No teman. Nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es nuestra paz. Amén.

“Hagamos nuestro el deseo de la Paz”, augurio de Francisco al Mundo

Artículo tomado de: http://www.news.va/es/news/

2013-12-25 Radio Vaticana

(RV).- (Con audio)  Puntualmente al mediodía del miércoles 25 de diciembre el Obispo de Roma se asomó al balcón central de la Basílica de San Pedro (conocido como balcón de las bendiciones) para saludar e impartir su bendición a todo el mundo. “Hoy ha nacido el Salvador, Cristo el Señor”, proclamó Francisco. “No pasemos de largo ante el Niño de Belén. Dejemos que nuestro corazón se conmueva, se enardezca con la ternura de Dios; necesitamos sus caricias. El amor de Dios es grande; a Él la gloria por los siglos”. Recordándonos los actuales conflictos en diversas partes del planeta, el Papa insistió en que Dios es nuestra paz: “pidámosle que nos ayude a construirla cada día, en nuestra vida, en nuestras familias, en nuestras ciudades y naciones, en el mundo entero. Dejémonos conmover por la bondad de Dios”. Deseando a todos una feliz Navidad, el Santo Padre pidió que Jesús, que vino a este mundo por nosotros, consuele a los que pasan por la prueba de la enfermedad y el sufrimiento y sostenga a los que se dedican al servicio de los hermanos más necesitados.

Texto completo del Mensaje Urbi et Orbi del Papa Francisco

«Gloria a Dios en el cielo,y en la tierra paz a los hombres que Dios ama » (Lc 2,14).

Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero, ¡feliz Navidad!Hago mías las palabras del cántico de los ángeles, que se aparecieron a los pastores de Belén la noche de la Navidad. Un cántico que une cielo y tierra, elevando al cielo la alabanza y la gloria y saludando a la tierra de los hombres con el deseo de la paz.

Les invito a todos a hacer suyo este cántico, que es el de cada hombre y mujer que vigila en la noche, que espera un mundo mejor, que se preocupa de los otros, intentado hacer humildemente su proprio deber.Gloria a Dios.

A esto nos invita la Navidad en primer lugar: a dar gloria a Dios, porque es bueno, fiel, misericordioso. En este día mi deseo es que todos puedan conocer el verdadero rostro de Dios, el Padre que nos ha dado a Jesús. Me gustaría que todos pudieran sentir a Dios cerca, sentirse en su presencia, que lo amen, que lo adoren. Y que todos nosotros demos gloria a Dios, sobre todo, con la vida, con una vida entregada por amor a Él y a los hermanos.

Paz a los hombres.La verdadera paz no es un equilibrio de fuerzas opuestas. No es pura “fachada”, que esconde luchas y divisiones. La paz es un compromiso cotidiano, que se logra contando con el don de Dios, con la gracia que nos ha dado en Jesucristo.

Viendo al Niño en el Belén, pensemos en los niños que son las víctimas más vulnerables de las guerras, pero pensemos también en los ancianos, en las mujeres maltratadas, en los enfermos… ¡Las guerras destrozan tantas vidas y causan tanto sufrimiento!Demasiadas ha destrozado en los últimos tiempos el conflicto de Siria, generando odios y venganzas. Sigamos rezando al Señor para que el amado pueblo sirio se vea libre de más sufrimientos y las partes en conflicto pongan fin a la violencia y garanticen el acceso a la ayuda humanitaria. Hemos podido comprobar la fuerza de la oración. Y me alegra que hoy se unan a nuestra oración por la paz en Siria creyentes de diversas confesiones religiosas. No perdamos nunca la fuerza de la oración. La fuerza para decir a Dios: Señor, concede tu paz a Siria y al mundo entero.

Concede la paz a la República Centroafricana, a menudo olvidada por los hombres. Pero tú, Señor, no te olvidas de nadie. Y quieres que reine la paz también en aquella tierra, atormentada por una espiral de violencia y de miseria, donde muchas personas carecen de techo, agua y alimento, sin lo mínimo indispensable para vivir. Que se afiance la concordia en Sudán del Sur, donde las tensiones actuales ya han provocado víctimas y amenazan la pacífica convivencia de este joven Estado.Tú, Príncipe de la paz, convierte el corazón de los violentos, allá donde se encuentren, para que depongan las armas y emprendan el camino del diálogo. Vela por Nigeria, lacerada por continuas violencias que no respetan ni a los inocentes e indefensos. Bendice la tierra que elegiste para venir al mundo y haz que lleguen a feliz término las negociaciones de paz entre israelitas y palestinos. Sana las llagas de la querida tierra de Iraq, azotada todavía por frecuentes atentados.

Tú, Señor de la vida, protege a cuantos sufren persecución a causa de tu nombre. Alienta y conforta a los desplazados y refugiados, especialmente en el Cuerno de África y en el este de la República Democrática del Congo. Haz que los emigrantes, que buscan una vida digna, encuentren acogida y ayuda. Que no asistamos de nuevo a tragedias como las que hemos visto este año, con los numerosos muertos en Lampedusa.Niño de Belén, toca el corazón de cuantos están involucrados en la trata de seres humanos, para que se den cuenta de la gravedad de este delito contra la humanidad. Dirige tu mirada sobre los niños secuestrados, heridos y asesinados en los conflictos armados, y sobre los que se ven obligados a convertirse en soldados, robándoles su infancia.

Señor, del cielo y de la tierra, mira a nuestro planeta, que a menudo la codicia y el egoísmo de los hombres explota indiscriminadamente. Asiste y protege a cuantos son víctimas de los desastres naturales, sobre todo al querido pueblo filipino, gravemente afectado por el reciente tifón.Queridos hermanos y hermanas, en este mundo, en esta humanidad hoy ha nacido el Salvador, Cristo el Señor. No pasemos de largo ante el Niño de Belén. Dejemos que nuestro corazón se conmueva, se enardezca con la ternura de Dios; necesitamos sus caricias. El amor de Dios es grande; a Él la gloria por los siglos. Dios es nuestra paz: pidámosle que nos ayude a construirla cada día, en nuestra vida, en nuestras familias, en nuestras ciudades y naciones, en el mundo entero. Dejémonos conmover por la bondad de Dios.

Saludo navideño del Papa Francisco

A todos ustedes, queridos hermanos y hermanas, venidos de todas partes del mundo a esta Plaza, y a cuantos desde distintos países se unen a nosotros a través de los medios de comunicación social, les deseo Feliz Navidad. En este día, iluminado por la esperanza evangélica que proviene de la humilde gruta de Belén, pido para todos ustedes el don navideño de la alegría y de la paz: para los niños y los ancianos, para los jóvenes y las familias, para los pobres y marginados. Que Jesús, que vino a este mundo por nosotros, consuele a los que pasan por la prueba de la enfermedad y el sufrimiento y sostenga a los que se dedican al servicio de los hermanos más necesitados. ¡Feliz Navidad!

(RC-RV)

Esta es la oración del Papa en la Fiesta de la Inmaculada Concepción

Artículo tomado de:
http://www.aciprensa.com/noticias/

VATICANO, 08 Dic. 13 / 02:56 pm (ACI).- En el tradicional homenaje del Santo Padre a la Virgen de la Inmaculada Concepción con ocasión de su Fiesta, el 8 de octubre, en la Plaza España el Papa Francisco elevó una oración, para luego saludar a algunos niños y enfermos que llegaron hasta ahí.
A continuación, ACI Prensa reproduce el texto completo de la oración del Papa a la Inmaculada:
"Virgen Santa e Inmaculada,
a Ti, que eres el honor de nuestro pueblo
y la guardiana atenta que cuida de nuestra ciudad,
nos dirigimos con confianza y amor.

¡Tú eres la Toda Hermosa, oh María!
El pecado no está en Ti.

Suscita en todos nosotros un renovado deseo de santidad:
en nuestra palabra brille el esplendor de la verdad,
en nuestras obras resuene el canto de la caridad,
en nuestro cuerpo y en nuestro corazón habiten la pureza y la castidad,
en nuestra vida se haga presente toda la belleza del Evangelio.

¡Tú eres la Toda Hermosa, oh María !
La Palabra de Dios se hizo carne en Ti.

Ayúdanos a mantenernos en la escucha atenta de la voz del Señor:
el grito de los pobres nunca nos deje indiferentes,
el sufrimiento de los enfermos y los necesitados no nos encuentre distraídos,
la soledad de los ancianos y la fragilidad de los niños nos conmuevan,
toda vida humana sea siempre amada y venerada por todos nosotros.

Tú eres la Toda Hermosa, ¡Oh María!
En ti está el gozo pleno de la vida bienaventurada con Dios.

Haz que no perdamos el sentido de nuestro camino terrenal:
la suave luz de la fe ilumine nuestros días,
la fuerza consoladora de la esperanza dirija nuestros pasos,
el calor contagioso del amor anime nuestro corazón,
los ojos de todos nosotros permanezcan fijos, allí, en Dios, donde está la verdadera alegría.

¡Tú eres la Toda Hermosa, oh María!
Escucha nuestra oración, atiende nuestra súplica:
se Tú en nosotros la belleza del amor misericordioso de Dios en Jesús,
que esta belleza divina nos salve a nosotros, a nuestra ciudad, al mundo entero.

Amén".

El vademécum del Papa: «Así se hace una prédica»

Artículo tomado de: http://vaticaninsider.lastampa.it/

11/26/2013

La nueva exhortación apostólica sobre la evengelización dedica 18 páginas a la homilía y a su preparación; para Francisco es parte integral del anuncio, punto fundamental en la relación entre el clero y los fieles

Francisco durante una homilía

ANDREA TORNIELLI
Ciudad del Vaticano


«Quien quiera predicar, primero debe estar dispuesto a dejarse conmover por la Palabra y a hacerla carne en su existencia concreta». Giran alrededor de esta afirmación las 18 páginas de la exhortación apostólica “Evangelii gaudium” dedicadas a la homilía y a su preparación. Un espacio considerable, que demuestra la preocupación del Papa por el “ministerio” de la predicación, parte integral del anuncio cristiano y de la celebración eucarística. « Me detendré particularmente, y hasta con cierta meticulosidad, en la homilía y su preparación, porque son muchos los reclamos que se dirigen en relación con este gran ministerio y no podemos hacer oídos sordos. La homilía es la piedra de toque para evaluar la cercanía y la capacidad de encuentro de un Pastor con su pueblo».
No se puede olvidar que justamente las homilías, y las homilías cotidianas de la misa en Santa Marta, representan una de las novedades más significativas del Pontificado: prédicas breves, eficaces, simples, llenas de imágenes para que incluso la gente simple las comprenda. Aunque no sean escritas, las homilías del magisterio cotidiano de Francisco son el fruto de una larga meditación matutina sobre las Lecturas, que lleva a cabo durante las primeras horas de la madrugada.
Francisco recuerda que la prédica durante la misa « no es tanto un momento de meditación y de catequesis, sino que es el diálogo de Dios con su pueblo», que «la homilía no puede ser un espectáculo entretenido, no responde a la lógica de los recursos mediáticos, pero debe darle el fervor y el sentido a la celebración» y que, por lo tanto, « debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase», para no dañar «la armonía» entre las diferentes partes de la misa. El Papa invita al predicador a hablar « como una madre que le habla a su hijo», «mediante la cercanía cordial del predicador», « la calidez de su tono de voz, la mansedumbre del estilo de sus frases, la alegría de sus gestos». Explica que « La predicación puramente moralista o adoctrinadora, y también la que se convierte en una clase de exégesis, reducen esta comunicación entre corazones que se da en la homilía». En la homilía, en efecto, « la verdad va de la mano de la belleza y del bien. No se trata de verdades abstractas o de fríos silogismos, porque se comunica también la belleza de las imágenes que el Señor utilizaba para estimular a la práctica del bien».
Quienes predican deben transmitir «la síntesis del mensaje evangélico», y no « no ideas o valores sueltos. Donde está tu síntesis, allí está tu corazón. La diferencia entre iluminar el lugar de síntesis e iluminar ideas sueltas es la misma que hay entre el aburrimiento y el ardor del corazón. El predicador tiene la hermosísima y difícil misión de aunar los corazones que se aman, el del Señor y los de su pueblo».
Al ver más de cerca la preparación de la homilía, Francisco pide que se dedique a ella «un tiempo prolongado de estudio, oración, reflexión y creatividad pastoral», a pesar de todos los asuntos que debe seguir un párroco: « Un predicador que no se prepara no es “espiritual”; es deshonesto e irresponsable con los dones que ha recibido».
Hay que prestar «prestar toda la atención al texto bíblico, que debe ser el fundamento de la predicación»; la Palabra debe ser venerada y estudiada «con con sumo cuidado y con un santo temor de manipularla. Para poder interpretar un texto bíblico hace falta paciencia, abandonar toda ansiedad». La preparación de la predicación « requiere amor. Uno sólo le dedica un tiempo gratuito y sin prisa a las cosas o a las personas que ama; y aquí se trata de amar a Dios que ha querido hablar».
Y también es importante captar el mensaje central del texto: « Si un texto fue escrito para consolar, no debería ser utilizado para corregir errores; si fue escrito para exhortar, no debería ser utilizado para adoctrinar; si fue escrito para enseñar algo sobre Dios, no debería ser utilizado para explicar diversas opiniones teológicas; si fue escrito para motivar la alabanza o la tarea misionera, no lo utilicemos para informar acerca de las últimas noticias». Además, hay que saber presentar el texto en plena armonía con todo el mensaje cristiano, sin « debilitar el acento propio y específico del texto que corresponde predicar».
«Quien quiera predicar, primero debe estar dispuesto a dejarse conmover por la Palabra y a hacerla carne en su existencia concreta. De esta manera, la predicación consistirá en esa actividad tan intensa y fecunda que es “comunicar a otros lo que uno ha contemplado”», como escribía Santo Tomás. Dios quiere usar a los predicadores «como seres vivos, libres y creativos, que se dejan penetrar por su Palabra antes de transmitirla; su mensaje debe pasar realmente a través del predicador, pero no sólo por su razón, sino tomando posesión de todo su ser».
Francisco después habla sobre la importancia de la “lectio divina”, la lectura espiritual de un texto a partir de su significado literal, para no hacer que diga «lo que le conviene, lo que le sirva para confirmar sus propias decisiones, lo que se adapta a sus propios esquemas mentales. Esto, en definitiva, será utilizar algo sagrado para el propio beneficio y trasladar esa confusión al Pueblo de Dios». Para hacerlo, es necesario que el sacerdote se pregunte: «“Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje? ¿Qué me molesta en este texto? ¿Por qué esto no me interesa?”, o bien: “¿Qué me agrada? ¿Qué me estimula de esta Palabra? ¿Qué me atrae? ¿Por qué me atrae?”». Evitando la tentación, «muy común» de «pensar lo que el texto dice a otros, para evitar aplicarlo a la propia vida».
Los que predican necesitan «también poner un oído en el pueblo, para descubrir lo que los fieles necesitan escuchar. Un predicador es un contemplativo de la Palabra y también un contemplativo del pueblo». Debe conectar «el mensaje del texto bíblico con una situación humana», con algo que las personas vivan. « Esta preocupación no responde a una actitud oportunista o diplomática, sino que es profundamente religiosa y pastoral». No hay que «ofrecer crónicas de la actualidad para despertar interés: para eso ya están los programas televisivos», sino que se pueden tomar puntos de partida « de algún hecho para que la Palabra pueda resonar con fuerza en su invitación a la conversión, a la adoración, a actitudes concretas de fraternidad y de servicio».
Además del contenido, es importante la forma para transmitirlo. « Algunos creen que pueden ser buenos predicadores por saber lo que tienen que decir, pero descuidan el cómo, la forma concreta de desarrollar una predicación. Se quejan cuando los demás no los escuchan o no los valoran, pero quizás no se han empeñado en buscar la forma adecuada de presentar el mensaje».
Para que una homilía sea atractiva y rica, Francisco sugiere « aprender a usar imágenes en la predicación, es decir, a hablar con imágenes». Y el lenguaje debe ser simple: « Debe ser el lenguaje que comprenden los destinatarios para no correr el riesgo de hablar al vacío. Frecuentemente sucede que los predicadores usan palabras que aprendieron en sus estudios y en determinados ambientes, pero que no son parte del lenguaje común de las personas que los escuchan». Para poder hablar a las personas hay que «escuchar mucho», hay que «compartir la vida de la gente y prestarle una gustosa atención». Bergoglio explica que la sencillez y la claridad no son la misma cosa, y que se puede hablar con la primera, en cuanto lenguaje, pero, al mismo tiempo carecer de claridad por falta de lógica, de orden, de unidad temática.
El lenguaje debe ser positivo: « No dice tanto lo que no hay que hacer sino que propone lo que podemos hacer mejor. En todo caso, si indica algo negativo, siempre intenta mostrar también un valor positivo que atraiga, para no quedarse en la queja, el lamento, la crítica o el remordimiento».
Sacerdotes y predicadores, como sea, tienen a disposición un detallado vademécum para preparar sus homilías. Y tienen, sobre todo, un ejemplo cotidiano en el Papa.

Los santos no son superhombres, sino amigos de Dios que han vivido una vida normal y tienen la alegría en el corazón que transmiten a los demás, el Papa a la hora del ángelus

Artículo extraído de: http://www.news.va/es/news/

2013-11-01 Radio Vaticana

(RV).- (Con audio) En una soleada Plaza de San Pedro y ante miles de fieles y peregrinos el Papa Francisco, antes de rezar el ángelus en la fiesta de Todos los Santos, afirmó que “la meta de nuestra existencia no es la muerte, sino el Paraíso. Y recordó que los Santos son los amigos de Dios, que han transcurrido su existencia terrena en comunión profunda con Dios, hasta el punto de llegar a ser semejantes a Él, porque han visto en el rostro de los hermanos más pequeños y despreciados el rostro de Dios, y ahora lo contemplan cara a cara en su belleza gloriosa.

El Santo Padre también afirmó que los Santos “no son superhombres, ni han nacido perfectos”. Sino que son personas que antes de alcanzar la gloria del cielo han vivido una vida normal, con alegrías y dolores, fatigas y esperanzas. Son hombres y mujeres que tienen la alegría en el corazón y la transmiten a los demás.

Francisco no olvidó destacar que ser santos “no es un privilegio de pocos, sino que es una vocación para todos”. De modo que todos estamos llamados a caminar por la vía de la santidad, que tiene un nombre y un rostro: Jesucristo.

Además, el Obispo de Roma preguntó ¿qué nos dicen los Santos, hoy? Y respondió afirmando que nos dicen que debemos confiar en el Señor, ¡porque Él no decepciona! A la vez que con su testimonio nos animan a “no tener miedo de ir contracorriente o de ser incomprendidos y escarnecidos cuando hablamos de Él y del Evangelio”.

Antes de rezar a la intercesión de María, Reina de todos los Santos, el Pontífice dijo que nuestra oración de alabanza a Dios y de veneración de los espíritus bienaventurados se une a la oración de sufragio por cuantos nos han precedido en el pasaje de este mundo a la vida eterna.

(María Fernanda Bernasconi – RV).

Texto completo de la alocución del Papa Francisco antes de rezar el ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La fiesta de Todos los Santos, que hoy celebramos, nos recuerda que la meta de nuestra existencia no es la muerte, ¡es el Paraíso! Lo escribe el Apóstol Juan: “Aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es” (1 Jn 3, 2). Los Santos, los amigos de Dios, nos aseguran que esta promesa no decepciona. En efecto, en su existencia terrena, han vivido en comunión profunda con Dios. En el rostro de los hermanos más pequeños y despreciados han visto el rostro de Dios, y ahora lo contemplan cara a cara en su belleza gloriosa.

Los Santos no son superhombres, ni han nacido perfectos. Son como nosotros, como cada uno de nosotros, son personas que antes de alcanzar la gloria del cielo han vivido una vida normal, con alegrías y dolores, fatigas y esperanzas. Pero ¿qué ha cambiado su vida? Cuando han conocido el amor de Dios, lo han seguido con todo el corazón, sin condiciones o hipocresías; han gastado su vida al servicio de los demás, han soportado sufrimientos y adversidades sin odiar y respondiendo al mal con el bien, difundiendo alegría y paz. Ésta es la vida de los Santos, personas que por el amor de Dios no han hecho su vida con condiciones a Dios, no han sido hipócritas, han gastado su vida al servicio de los demás, servir al prójimo, han sufrido tantas adversidades, pero sin odiar. Los Santos jamás han odiado. Porque, comprendan bien esto, el amor es de Dios, pero el odio, de quién viene, ¿viene de Dios el odio? ¡No, viene del diablo! Y los Santos se han alejado del diablo. Los Santos son hombres y mujeres que tienen la alegría en el corazón y la transmiten a los demás.

Jamás odiar, servir a los demás, a los más necesitados, rezar, y alegría. Este es el camino de la santidad. Ser Santos no es un privilegio de pocos, como si alguno hubiera recibido una gran herencia. Todos nosotros tenemos la herencia de poder llegar a ser Santos en el Bautismo. Es una vocación para todos. Por tanto, todos estamos llamados a caminar por la vía de la santidad, y esta vía tiene un nombre, la vía que lleva a la santidad tiene un nombre, tiene un rostro: el rostro de Jesús. Él nos enseña a llegar a ser Santos. Jesucristo, Él en el Evangelio nos muestra el camino: el de las Bienaventuranzas (Cfr. Mt 5, 1-12). En efecto, el Reino de los cielos es para cuantos no ponen su seguridad en las cosas, sino en el amor de Dios; para cuantos tienen un corazón sencillo, humilde, no presumen ser justos y no juzgan a los demás, cuantos saben sufrir con quien sufre y alegrarse con quien se alegra, no son violentos sino misericordiosos y tratan de ser artífices de reconciliación y de paz. Esto último, eh, el santo, la santa, es un artífice de reconciliación y de paz. Siempre ayuda a reconciliar a la gente, siempre ayuda a que exista la paz. Y así es bella la santidad. Es un bello camino.

Hoy lo Santos nos dan un mensaje en esta fiesta. Nos dicen: ¡confíen en el Señor, porque Él no decepciona! ¡El Señor no decepciona jamás! Es un buen amigo. Siempre a nuestro lado. ¡No decepciona jamás! Con su testimonio los Santos nos animan a no tener miedo de ir contracorriente o de ser incomprendidos y escarnecidos cuando hablamos de Él y del Evangelio; nos demuestran con su vida que quien permanece fiel a Dios y a su Palabra experimenta ya en esta tierra el consuelo de su amor, y después el “céntuplo” en la eternidad. Esto es lo que esperamos y pedimos al Señor por nuestros hermanos y hermanas difuntos.

Con sabiduría la Iglesia ha puesto en estrecha secuencia la fiesta de Todos los Santos y la Conmemoración de todos los fieles difuntos. A nuestra oración de alabanza a Dios y de veneración de los espíritus bienaventurados se une la oración de sufragio por cuantos nos han precedido en el pasaje de este mundo a la vida eterna.

Encomendamos nuestra oración a la intercesión de María, Reina de Todos los Santos.

Las víctimas de la violencia, los cristianos perseguidos y los hermanos y hermanas migrantes muertos en el desierto de Nigeria, entre ellos numerosos niños, en el corazón y la oración del Papa,

como dijo él mismo, después del rezo a la Madre de Dios, en la solemnidad de Todos los Santos, víspera de la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, anunciando que por la tarde irá al cementerio romano del Campo Verano:

«Esta tarde iré al cementerio del Verano y allí celebraré la Santa Misa, uniéndome espiritualmente a cuantos en estos días visitan los cementerios, donde duermen los que nos han precedido en el signo de la fe y esperan el día de la resurrección. En particular, rezaré por las víctimas de la violencia, especialmente por los cristianos que han perdido la vida a causa de las persecuciones. En especial rezaré por cuantos, hermanos y hermanas nuestras, hombres mujeres y niños, han muerto de sed, hambre y fatiga en el trayecto para lograr llegar a una condición de vida mejor: en estos días hemos visto las imágenes del cruel desierto. Recemos todos en silencio una oración por estos hermanos y hermanas nuestros».

Las imágenes del cruel desierto, citadas por el Obispo de Roma son las de la muerte de 92 migrantes, entre ellos 52 niños, cuyos cuerpos sin vida fueron encontrados en días pasados en el desierto nigeriano, a unos diez kilómetros de la frontera con Argelia.

El Papa Francisco saludó cordialmente a los numerosos fieles romanos y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro, en particular a las familias, grupos parroquiales y asociaciones. Así como a los participantes en la «Carrera de los Santos», que también este año, coincidiendo con la solemnidad de Todos los Santos, tuvo su meta final en la Plaza de San Pedro, para rezar con el Santo Padre, escuchar sus palabras y recibir su bendición:

Dirijo un caluroso saludo a cuantos han participado esta mañana en la ‘Carrera de los Santos’, organizada por la Fundación ‘Don Bosco en el mundo’. San Pablo diría que toda la vida es una ‘carrera’ para conquistar el premio de la santidad: ¡ustedes nos dan un buen ejemplo!

Esta sexta edición, de la iniciativa promovida por la Fundación Don Bosco en el Mundo, para sostener cada año un proyecto solidario, contó con unos seis mil participantes, de 31 países. Este año, con el lema «Una ayuda para los confines del mundo», se propone ayudar un proyecto misionero en las Islas Salomón. Con la creación de un puesto móvil de asistencia sanitaria y de formación de personal sanitario para combatir enfermedades como el VIH – virus de inmunodeficiencia – la malaria, la tuberculosis y especialmente la Bakwa, que es una grave infección fúngica cutánea, difundida en las islas más remotas del archipiélago, las Shortlands.

Con su nombre y con la fecha elegida – 1 de noviembre, solemnidad de Todos los Santos – esta carrera anhela impulsar y afianzar el significado de la fiesta y devoción popular a Todos los Santos. Poner en primer plano una emergencia de ayuda humanitaria para organizar acciones concretas de solidaridad activa. Y proponer los valores del deporte según la tradición educativa salesiana.

En las pasadas ediciones, se recogieron fondos para las ‘Obras Mamá Margarita’ de Lubumbashi, en el Congo. Para sostener un proyecto misionero en favor de los niños soldado de Sri Lanka. Ayudas para Pakistán y Haití, donde después de una primera fase de abastecimiento para las necesidades inmediatas de supervivencia – gracias a la entrega de alimentos, como harina y aceite, lentejas, azúcar, té y medicinas, el proyecto se propuso ayudar a las familias damnificadas por el trágico terremoto a volver a contar con un techo y a reanudar las actividades que tuvieron que abandonar. El año pasado, se ayudó el proyecto de una casa de acogida para chicos y chicas de la calle, en Porto Alegre, Brasil.

(CdM – RV)

La esperanza, esta desconocida

Artículo tomado de: http://www.news.va/

2013-10-30 L’Osservatore Romano

La esperanza es la más humilde de las tres virtudes teologales, porque en la vida se esconde. Sin embargo nos transforma en profundidad, así como “una mujer embarazada es mujer”, pero es como si se transformara porque se convierte en mamá. De la esperanza el Papa Francisco habló el 29 de octubre en la misa celebrada en Santa Marta reflexionando sobre la actitud de los cristianos en espera de la revelación del Hijo de Dios.

A esta actitud está ligada la esperanza, una virtud —dijo al inicio de la homilía— que se ha revelado más fuerte que los sufrimientos, así como escribe san Pablo en la carta a los Romanos (8, 18-25). “Pablo —notó el Pontífice— se refiere a los sufrimientos del tiempo presente, y dice que no son comparables a la gloria futura que será revelada en nosotros”. El apóstol habla de “ardiente espera”, una tensión hacia la revelación que se refiere a toda la creación. “Esta tensión es la esperanza —continuó— y vivir en la esperanza es vivir en esta tensión”, en la espera de la revelación del Hijo de Dios, o sea, cuando toda la creación, “y también cada uno de nosotros”, será liberada de la esclavitud “para entrar en la gloria de los hijos de Dios”.

“Pablo —prosiguió— nos habla de la esperanza. También en el capítulo precedente de la carta a los Romanos había hablado de la esperanza. Nos había dicho que la esperanza no desilusiona, es segura”. Pero ésta no es fácil de entender; y esperar no quiere decir ser optimistas. Así que “la esperanza no es optimismo, no es esa capacidad de mirar las cosas con buen ánimo e ir adelante”, y no es tampoco sencillamente una actitud positiva, como la de ciertas “personas luminosas, positivas”. Esto, dijo el Santo Padre, “es algo bueno, pero no es la esperanza”.

Se dice —explicó— que es “la más humilde de las tres virtudes, porque se esconde en la vida. La fe se ve, se siente, se sabe qué es; la caridad se hace, se sabe qué es. ¿Pero qué es la esperanza?”. La respuesta del Pontífice fue clara: “Para acercarnos un poco podemos decir en primer lugar que es un riesgo. La esperanza es una virtud arriesgada, una virtud, como dice san Pablo, de una ardiente espera hacia la revelación del Hijo de Dios. No es una ilusión. Es la que tenían los israelitas” quienes, cuando fueron liberados de la esclavitud, dijeron: “nos parecía soñar. Entonces nuestra boca se llenó de sonrisa y nuestra lengua de alegría”.

He aquí que esto es cuanto sucederá cuando sea la revelación del Hijo de Dios, explicó. “Tener esperanza significa precisamente esto: estar en tensión hacia esta revelación, hacia esta alegría que llenará nuestra boca de sonrisa”. Y exclamó: “¡Es bella esta imagen!”. Después relató que “los primeros cristianos la pintaban como un ancla. La esperanza era un ancla”; un ancla fijada en la orilla del más allá. Nuestra vida es como caminar por la cuerda hacia ese ancla. “¿Pero dónde estamos anclados nosotros?”, se preguntó el Obispo de Roma. “Estamos anclados precisamente allá, en la orilla de ese océano tan lejano o estamos anclados en una laguna artificial que hemos hecho nosotros, con nuestras reglas, nuestros comportamientos, nuestros horarios, nuestros clericalismos, nuestras actitudes eclesiásticas —no eclesiales, ¿eh?—. ¿Estamos anclados allí donde todo es cómodo y seguro? Esta no es la esperanza”.

Pablo —añadió el Papa Francisco— “busca después otra imagen de la esperanza, la del parto. Sabemos de hecho que toda la creación, y también nosotros con la creación, ‘gime y sufre los dolores del parto hasta hoy’. No sólo, sino también nosotros, que poseemos las primicias del espíritu, gemimos —pensad en la mujer que da a luz—, gemimos interiormente esperando. Estamos en espera. Esto es un parto”. La esperanza —añadió— se sitúa en esta dinámica de dar la vida. No es algo visible incluso para quien vive “en la primicia del Espíritu”. Pero sabemos que “el Espíritu actúa. El Evangelio —precisó el Papa refiriéndose al pasaje de Lucas (13, 18-21)— dice algo sobre esto. Actúa como si fuera un grano de mostaza, pequeñito, pero dentro está lleno de vida y de fuerza y va adelante hasta el árbol. El Espíritu actúa como la levadura que es capaz de leudar toda la harina. Así actúa el Espíritu”.

La esperanza “es una gracia que hay que pedir”; en efecto, “una cosa es vivir en la esperanza, porque en la esperanza hemos sido salvados, y otra cosa es vivir como buenos cristianos y no más; vivir en espera de la revelación o vivir bien con los mandamientos”; estar anclados en la orilla del mundo futuro “o aparcados en la laguna artificial”.

Para explicar mejor el concepto el Pontífice indicó cómo cambió la actitud de María, “una muchacha joven”, cuando supo que era mamá: “Va y ayuda y canta ese cántico de alabanza”. Porque —aclaró el Papa Francisco— “cuando una mujer está embarazada, es mujer”, pero es como si se transformara en lo profundo porque ahora “es mamá”. Y la esperanza es algo similar: “cambia nuestra actitud”. Por esto —expresó— “pidamos la gracia de ser hombres y mujeres de esperanza”.

En la conclusión, dirigiéndose a un grupo de sacerdotes mexicanos que celebraban el vigésimo quinto aniversario de sacerdocio, el Papa, indicando la imagen mariana que le habían llevado de obsequio, dijo: “Mirad a vuestra Madre, figura de la esperanza de América. Mirad, está pintada embarazada. Es la Virgen de América, es la Virgen de la esperanza. Pedidle a Ella la gracia para que los años por venir sean para vosotros años de esperanza”, la gracia “de vivir como sacerdotes de esperanza” que dan esperanza.

“El episcopado es un servicio, no un honor”: el Papa Francisco ordenó en la Basílica de san Pedro a dos obispos

Artículo tomado de:  http://www.news.va/es/news/
2013-10-25 Radio Vaticana
(RV).-(audio) “Amen a los presbíteros y a los diáconos, a los pobres y a los indefensos y velen con amor por todo el rebaño”. Son algunas de las exhortaciones dirigidas por el Papa Francisco durante la Santa Misa este jueves en la Basílica de San Pedro, durante la Ordenación Episcopal de Mons. Giampiero Gloder, Presidente de la Pontificia Academia Eclesiástica y de Mons. Jean Marie Speich, Nuncio Apostólico en Ghana. El Santo Padre leyó el texto de la Homilía ritual, prevista en el Pontifical Romano para el rito de la ordenación episcopal, agregando espontáneamente algunas integraciones.
Papa: “Quieren predicar, con fidelidad y perseverancia, el Evangelio de Cristo?
Los elegidos: “Sí, lo quiero”.
Papa: “Quieren custodiar puro e integral el depósito de la fe?
Los elegidos: “Sí, lo quiero”.
Éstas y otras preguntas, dirigidas por el Obispo de Roma, en base a la antigua tradición de los santos padres, a los dos obispos ordenandos, fueron precedidas por la homilía. Los obispos, “custodios y dispensadores de los ministerios de Cristo” -dijo el Papa- son llamados a seguir el ejemplo del Buen Pastor y a servir al pueblo de Dios. Al obispo -dijo- “compete más el servir que el dominar”.“Episcopado efectivamente es el nombre de un servicio, no de un honor. Siempre en servicio, siempre el servicio”.
Después de haber exhortado a anunciar la Palabra en toda ocasión, oportuna y no oportuna, el Papa Francisco recordó la centralidad de la oración:“Un obispo que no reza es un obispo a mitad de camino. Y si no reza, el Señor termina en la mundanidad”.
El servicio alimentado por la palabra -agregó el Papa- debe ser orientado por el amor:“Amen con amor de padre y de hermano a todos los que Dios les confía. Sobre todo amen a los presbíteros y a los diáconos. Son sus colaboradores, son los más cercanos de los cercanos para ustedes. Nunca hagan esperar a un presbítero, denles audiencia, respóndanles enseguida. Estén cercanos a ellos. Pero también amen a los pobres, a los indefensos y a todos aquellos que tienen necesidad de acogida y de ayuda. Presten particular atención a quienes no pertenecen al único redil de Cristo, porque ellos también les han sido confiados por el Señor. Recen mucho por ellos”.
Además de servir y de amar -concluyó el Santo Padre- los obispos están llamados a velar “por todo el rebaño”, en el nombre del Padre, de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo que da vida a la Iglesia. ER RV

La «nueva evangelización» según Francisco

Artículo tomado de: http://vaticaninsider.lastampa.it/

10/14/2013

El Papa a los participantes de la plenaria del Pontificio Consejo: «Usar el lenguaje de la misericordia. Cada cristiano debe dialogar con los que piensan diferente, con los que tienen otra fe o no la tienen»

ANDREA TORNIELLI
CIUDAD DEL VATICANO

«La nueva evangelización debe usar el lenguaje de la misericordia, hecho de gestos y de actitudes antes que de palabras». Y es necesario «ir hacia los demás», dialogando con todos. Lo dijo el Papa Francisco esta mañana al recibir en la Sala Clementina a los participantes de la asamblea plenaria del Pontificio Consejo para la Evangelización, guiado por el arzobispo Rino Fisichella. Bergoglio agradeció por el servicio desarrollado y habló sobre el «primado del testimonio», sobre la «urgencia de salir al encuentro» y sobre la necesidad de un proyecto pastoral «que se centre en lo esencial».

«En nuestro tiempo se verifica a menudo una actitud de indiferencia hacia la fe», dijo Francisco y los cristianos, con su testimonio de vida, deben suscitar preguntas dudas en todos los que encuentran: «¿Por qué viven así? ¿Qué cosa los impulsa?». «Lo que necesitamos, especialmente en estos tiempos, son testimonios creíbles que con la vida y también con la palabra hagan visible el Evangelio, despierten la atracción por Jesucristo, por la belleza de Dios».

Muchas personas, observó Francisco, se han alejado de la Iglesia, pero es erróneo culpar a unos u otros; «es más, no hay que hablar de culpas. Hay responsabilidades en la historia de la Iglesia y de sus hombres, hay ciertas ideologías y también individuos. Como hijos de la Iglesia –añadió el Papa– debemos continuar el camino del Concilio Vaticano II, despojarnos de cosas inútiles o dañinas, de falsas seguridades mundanas que hacen pesada a la Iglesia y dañan su verdadero rostro».

Es necesario que los cristianos «hagan visible a los hombres de hoy la misericordia de Dios, su ternura por cada criatura. Sabemos que la crisis de la humanidad contemporánea no es superficial, sino profunda. Por ello, la nueva evangelización, mientras llama a tener la valentía de ir contracorriente, llama a convertirse de los ídolos al único Dios verdadero, no puede más que usar el lenguaje de la misericordia, hecho de gestos y de actitudes antes que de palabras». Cada bautizado es «un “cristóforo”, portador de Cristo, como decían los antiguos santos Padres. Quien ha encontrado a Cristo, como la Samaritana del pozo, no puede tener para sí esta experiencia… Todos deben preguntarse si con quienes nos encontramos  perciben en nuestra vida el calor de la fe, ¡si ven en nuestro rostro la alegría de haber encontrado a Cristo!».

El Papa subrayó que la nueva evangelización es un «movimiento renovado hacia los que han perdido la fe y el sentido profundo de la vida». Y así como el «Hijo de Dios “salió” de su condición divina y vino a nuestro encuentro», nosotros, «cada cristiano ha sido llamado a salir al encuentro de los demás, a dialogar con los que no piensan como nosotros, con los que tienen una fe diferente o no la tienen. Encontrar a todos, porque todos tenemos en común haber sido creados a imagen y semejanza de Dios. Podemos salir al encuentro de todos, sin miedo y sin renunciar a nuestra pertenencia».

«Nadie –observó Francisco– está exlcuido de la esperanza de la vida, del amor de Dios. La Iglesia ha sido enviada a despertar por doquier esta esperanza, especialmente en donde está sofocada por condiciones existenciales difíciles, a veces inhumanas, en donde la esperanza no respira, se sofoca. Se necesita el oxígeno del Evangelio, el soplo del Espíritu de Cristo resucitado, que la vuelva a encender en los corazones. La Iglesia es la casa cuyas puertas están siempre abiertas no solo para que allí cada quien pueda encontrar acogida o respirar amor y esperanza, sino también para que nosotros podamos salir y llevar este amor y esta esperanza».

Para concluir, el Papa indicó que «no sirve perderse en muchas cosas secundarias o superfluas», sino que hay que «concentrarse en la realidad fundamental, que es el encuentro con Cristo, con su misericordia, con su amor y el amar a los hermanos». Hay que «recorrer vías nuevas, con valentía, ¡sin fosilizarnos!». El Papa subrayó «la importancia de la catequesis, como momento de la Evangelización», para superar la «fractura entre Evangelio y cultura y el analfabetismo de nuestros días en materia de fe». «He recordado en diferentes ocasiones –añadió– un hecho que me ha impresionado en mi ministerio: ¡encontrar niños que ni siquiera sabían persignarse!». Los catequistas desempeñan un servicio precioso para la nueva evangelización, y es importante que los padres sean los primeros catequistas, los primeros «educadores en la fe en la propia familia con el testimonio y con la palabra».