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Fenix Civilización

Francisco: «Un cristiano no puede ser antisemita»

Tomado de: http://vaticaninsider.lastampa.it/


10/11/2013

Bergoglio con el rabino Di SegniEl Papa recibió a una delegación de la comunidad judía en ocasión del 70 aniversario de la deportación de los judíos de Roma. El rabino de Roma Di Segni elogia el compromiso por Lampedusa

ANDREA TORNIELLI
Ciudad del Vaticano
Bergoglio con el rabino Di Segni
«¡Es una contradicción que un cristiano sea antisemita! Un poco sus raíces son judías. Un cristiano no puede ser antisemita. ¡El antisemitismo debe ser alejado del corazón y de la vida de cada hombre y de cada mujer!». Lo dijo esta mañana el Papa al recibir a una delegación de la comunidad judía de Roma, en ocasión del 70 aniversario de la deportación de los judíos de la capital italiana.
El Papa recordó que la historia de la convivencia entre la comunidad judía y cristiana estuvo marcada a menudo «por incomprensiones y también por auténticas injusticias. Pero es una historia que, con la ayuda de Dios, ha conocido desde hace muchas décadas el desarrollo de relaciones amigables y fraternas».
A este cambio de mentalidad «ha contribuido, por parte católica, la reflexión del Concilio Vaticano II, pero un aporto no menor ha venido de la vida y de la acción de ambas partes, de hombres sabios y generosos», capaces de emprendeer con valentía «nuevos senderos de encuentro y de diálogo».
«Paradójicamente –añadió Bergoglio– la tragedia común de la guerra nos ha enseñado acaminar juntos. Dentro de pocos días recordaremos el 70 aniversario de la deportación de los judíos de Roma». Una ocasión, recordó el Papa, para recordar y rezar por las víctimas y sus familias. «También será la ocasión para mantener siempre alerta nuestra atención, para que no vuelvan a la vida, bajo ningún pretexto, formas de intolerancia y de antisemitismo, ni en Roma ni en el resto del mundo. Lo he dicho otras veces y quisiera repetirlo ahora: es una contradicción que un cristiano sea antisemita. Un poco sus raíces son judías. ¡Un cristiano no puede ser antisemita!».
Francisco quiso recordar la acción y la ayuda a los judíos que promovieron los cristianos y los hombres de la Iglesia con el beneplácito de Pío XII. Además volvió a evocar que «en la hora de las tinieblas, la comunidad cristiana de esta ciudad supo tender la mano al hermano en dificultad. Sabemos que muchos institutos religiosos, monasterios y las mismas basílicas papales, interpretando la voluntad del Papa, abrieron sus puertas para una fraterna acogida, y que muchos cristianos comunes ofrecieron la ayuda que podían dar, por pequeña o grande que fuera».
La mayor parte de estos cristianos, dijo Bergoglio, «no estaban al corriente de la necesidad de actualizar la comprensión cristiana del judaísmo», pero «tuvieron la valentía de hacer lo que en ese momento era justo: proteger al hermano, que estaba en peligro». Un aspecto que quiso subrayar el Papa, convencido de que «el pueblo de Dios tiene olfato propio e intuye el sendero que Dios le pide que recorra». «Sin esto, sin una verdadera y concreta cultura del encuentro que lleva a relaciones auténticas, sin prejuicios ni sospechas, serviría muy poco el compromiso a nivel intelectual».
Para concluir, Francisco recordó muchas de las cosas que tienen en común cristianos y judíos, como el «testimonio a la verdad de los diez mandamientos, al Decálogo, como sólido fundamento y fuente de vida incluso para nuestra sociedad, tan desorientada por un pluralismo extremo en las decisiones y en la orientación».
El Papa entregó a la comunidad un mensaje para recordar los hechos de hace 70 años, con un llamado «a las nuevas generaciones a no “aplanar” la propia existencia, a no dejarse llevar por ideologías, a no justificar nunca el mal que encontramos, a no bajar la guardia en contra del antisemitismo y en contra del racismo, provenga de donde provenga».
En su saludo al Papa, el rabino de Roma Riccardo Di Segni recordó la historia bíblica de Noé y del diluvio universal. Dijo que «hay algo que nos atormenta hoy en esa narración, en la que, de toda la humanidad, sobrevive solo una familia encerrada en una barca, mientras el resto es destruido por el diluvio». «En estos días –prosiguió–, asistimos paradójicamente a lo contrario: a los que mueren dentro de una barca mientras alrededor sobrevive una humanidad impotente y, en parte, indiferente». «Nuestra historia y nuestra fe  se revelan a todo esto –añadió el rabino de Roma–; y usted ha demostrado con la fuerza de su presencia que comparte esta rebelión y que tenemos valores comunes para transmitirlos a la humanidad».
«Fue un encuentro positivo –indicó a Vatican Insider Di Segni–, encontramos mucha disponibilidad al diálogo y una actitud propositiva. En el encuentro privado y luego en el encuentro público hablamos de exégesis bíblica, de historia y de solidaridad».

Oración, testimonio de la fe y caridad

Tomado de: http://www.news.va/es/news/

2013-10-10 Radio Vaticana

(RV).- Pasado el mediodía, el Santo Padre Francisco recibió en audiencia al Consejo Ejecutivo de los Caballeros de Colón que está celebrando una reunión en Roma. El Papa les agradeció una vez más las oraciones, que junto con sus familias, han ofrecido al Pontífice y a las necesidades de la Iglesia en el mundo, desde su elección como Obispo de Roma.

(audio)   En esta ocasión también quiero expresar mi agradecimiento por el apoyo continuo que su Asociación siempre ha prestado a la acción de la Santa Sede. Este apoyo se expresa particularmente en el ” Fondo del Vicario de Cristo”, que es un signo elocuente de la solidaridad con la solicitud del Sucesor de Pedro para la Iglesia universal, y también se manifiesta a diario en las oraciones, en los sacrificios y en la acción apostólica que tantos Caballeros realizan en sus Consejos locales, en las parroquias y en sus comunidades.

Oración, compromiso en el dar testimonio de la fe, atención a las necesidades de los hermanos y hermanas más necesitados, son siempre las columnas que sostienen su actividad personal y asociativa. Continúen manteniendo la fidelidad y la visión del Venerable Padre Michael McGivney, su Fundador, que buscaba nuevas maneras de ser levadura del Evangelio en el mundo, y la fuerza para la renovación espiritual de la sociedad.

Mientras que el Año de la Fe se acerca a su conclusión, el Papa Francisco ha querido confiar de manera especial los Caballeros de Colón “a la intercesión de San José, guardián de la Sagrada Familia de Nazaret, que es un modelo admirable de las virtudes varoniles de estable fortaleza, integridad y lealtad”. Un santo que los Caballeros de Colón se han comprometido a “preservar, cultivar y transmitir a las futuras generaciones de hombres católicos”.

Ante de impartirles la Bendición Apostólica, el Santo Padre les pidió que rezaran por él, con gran afecto al Señor.

ER RV

La caridad es simple:¡adorar a Dios y servir a los demás!

Tomado de: http://www.news.va/es/news/

2013-10-01 Radio Vaticana

(RV).- El Santo Padre concelebró la Misa de esta mañana en la Casa de Santa Marta con los purpurados del “Consejo de cardenales” que desde hoy se reúne con el Papa en el Vaticano hasta el 3 de octubre. En su homilía, el Pontífice auguró que estas reuniones hagan a todos más humildes y confiados de Dios, “para que la Iglesia pueda dar a la gente un hermoso testimonio”.

Jesús reprende a los dos Apóstoles que querían que caiga fuego del cielo sobre todos aquellos que no querían recibirlo. El Obispo de Roma desarrolló su homilía inspirándose en el Evangelio del día, recordando que el del cristiano no es “un camino de venganza”. El camino del cristiano es aquel de la humildad, de la docilidad. Y, agregó, en la conmemoración de hoy de Santa Teresa del Niño Jesús, “nos hará bien reflexionar en ese espíritu de humildad, de ternura, de bondad”. Un espíritu humilde, puntualizó el Papa, que el Señor “quiere de todos nosotros”. ¿Dónde está por lo tanto la fuerza “que nos conduce a este espíritu”? Precisamente “en el amor – fue la respuesta de Francisco – en la caridad, en la conciencia de que estamos en las manos del Padre”. “Cuando se siente esto”, observó el Pontífice, “no es que den ganas de hacer caer fuego del cielo”:

“Viene el otro espíritu, aquel de esa caridad que todo sufre, todo perdona, que no se vanagloria, que es humilde, que no busca a sí misma. Alguien puede decir – y había algunos filósofos que pensaban así – que esta sea como una humillación de la majestad del hombre, de la grandeza del hombre. ¡Esto es estéril! La Iglesia sabia ha hecho a esta Santa, humilde, pequeña, confiada de Dios, dócil: la ha hecho Patrona de las Misiones”.

La fuerza del Evangelio, continuó el Santo Padre, está justamente ahí, “porque el Evangelio llega precisamente al punto más alto en la humillación de Jesús: ¡humildad que se convierte en humillación!” Y la fuerza del Evangelio “está en la humildad, la humildad del niño que se deja guiar por el amor y la ternura del padre”:

“La Iglesia -nos decía Benedicto XVI- no crece por proselitismo, crece por atracción, por testimonio. Y cuando la gente, los pueblos ven este testimonio de humildad, de docilidad de mansedumbre, sienten la necesidad de la que habla el profeta Zacarías: ‘¡Queremos venir con vosotros!’. La gente siente aquella necesidad ante el testimonio de la caridad, de esa caridad humilde, sin prepotencia, no autosuficiente, humilde, que adora y sirve”.

“La caridad es simple: ¡adorar a Dios y servir a los demás! Y este testimonio – afirmó el Papa – hace crecer a la Iglesia”. He aquí el por qué una monja “tan humilde, pero tan confiada en Dios”, como Santa Teresa del Niño Jesús, “fue declarada Patrona de las Misiones, porque su ejemplo” hace “que la gente diga ‘¡Queremos venir con vosotros!’”. El Papa concluyó su homilía dirigiendo un pensamiento especial a las reuniones que desde este martes se llevan a cabo en el Vaticano con el “Consejo de cardenales” por él deseado para ayudarlo en el gobierno de la iglesia:

“Hoy, aquí, en el Vaticano comienza la reunión con los cardenales consultores, que están concelebrando la Misa. Pidamos al Señor que nuestro trabajo de hoy nos haga a todos más humildes, más dóciles, más pacientes, más confiados de Dios, para que así la Iglesia pueda dar un hermoso testimonio a la gente y viendo al Pueblo de Dios, viendo a la Iglesia, sientan el deseo de venir con nosotros!”.

(RC-RV)

El Papa a los catequistas en el Año de la Fe: Custodiar y alimentar la memoria de Dios

Tomado de: http://www.news.va/es/news/

2013-09-29 Radio Vaticana

(RV).- El Santo Padre Francisco presidió esta mañana en la plaza de san Pedro, ante decenas de miles de fieles y peregrinos, la Santa Misa en ocasión de la Jornada de los catequistas, que llegaron en peregrinación a la Tumba de Pedro para el Año de la Fe. Una oportunidad también para recordar el 20º aniversario de la publicación del catecismo de la Iglesia Católica. El Papa, en una vibrante homilía, habló directamente a los catequistas, advirtiéndoles del riesgo de “apoltronarse en la comodidad” y en “la mundanidad” de la vida. Esto sucede “cuando perdemos la memoria de Dios”. Y el catequista es el que “custodia y alimenta la memoria de Dios, como la Virgen María que, ante la obra maravillosa de Dios en su vida, no piensa en el honor, el prestigio, la riqueza, no se cierra en sí misma”. Y así es para todo cristiano, ha afirmado el Santo Padre: “la fe contiene precisamente la memoria de la historia de Dios con nosotros, la memoria del encuentro con Dios, que crea y salva, que nos transforma” y el catequista es precisamente “un cristiano que pone esta memoria al servicio del anuncio; no para exhibirse, no para hablar de sí mismo, sino para hablar de Dios, de su amor y su fidelidad”.

Texto completo de la homilía del Santo Padre Francisco:

1. «¡Ay de los que se fían de Sión,... acostados en lechos de marfil!» (Am 6,1.4); comen, beben, cantan, se divierten y no se preocupan por los problemas de los demás.
Son duras estas palabras del profeta Amós, pero nos advierten de un peligro que todos corremos. ¿Qué es lo que denuncia este mensajero de Dios, lo que pone ante los ojos de sus contemporáneos y también ante los nuestros hoy? El riesgo de apoltronarse, de la comodidad, de la mundanidad en la vida y en el corazón, de concentrarnos en nuestro bienestar. Es la misma experiencia del rico del Evangelio, vestido con ropas lujosas y banqueteando cada día en abundancia; esto era importante para él. ¿Y el pobre que estaba a su puerta y no tenía para comer? No era asunto suyo, no tenía que ver con él. Si las cosas, el dinero, lo mundano se convierten en el centro de la vida, nos aferran, se apoderan de nosotros, perdemos nuestra propia identidad como hombres: miren bien, el rico del Evangelio no tiene nombre, es simplemente «un rico». Las cosas, lo que posee, son su rostro, no tiene otro.
Pero intentemos preguntarnos: ¿Por qué sucede esto? ¿Cómo es posible que los hombres, tal vez también nosotros, caigamos en el peligro de encerrarnos, de poner nuestra seguridad en las cosas, que al final nos roban el rostro, nuestro rostro humano? Esto sucede cuando perdemos la memoria de Dios. "Ay de los que se fían de Sión", decía el profeta. Si falta la memoria de Dios, todo queda comprimido en el yo, en mi bienestar. La vida, el mundo, los demás, pierden consistencia, ya no cuentan nada, todo se reduce a una sola dimensión: el tener. Si perdemos la memoria de Dios, también nosotros perdemos la consistencia, también nosotros nos vaciamos, perdemos nuestro rostro como el rico del Evangelio. Quien corre en pos de la nada, él mismo se convierte en nada, dice otro gran profeta, Jeremías (Cf. Jr 2,5). Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, no a imagen y semejanza de de las cosas, de los ídolos.
2. Entonces, mirándoles a ustedes, me pregunto: ¿Quién es el catequista? Es el que custodia y alimenta la memoria de Dios; la custodia en sí mismo y sabe despertarla en los demás. Qué bello es esto: hacer memoria de Dios, como la Virgen María que, ante la obra maravillosa de Dios en su vida, no piensa en el honor, el prestigio, la riqueza, no se cierra en sí misma. Por el contrario, tras recibir el anuncio del Ángel y haber concebido al Hijo de Dios, ¿qué es lo que hace? Se pone en camino, va donde su anciana pariente Isabel, también ella encinta, para ayudarla; y al encontrarse con ella, su primer gesto es hacer memoria del obrar de Dios, de la fidelidad de Dios en su vida, en la historia de su pueblo, en nuestra historia: «Proclama mi alma la grandeza del Señor... porque ha mirado la humillación de su esclava... su misericordia llega a sus fieles de generación en generación» (Cf. Lc 1,46.48.50). María tiene memoria de Dios.
En este cántico de María está también la memoria de su historia personal, la historia de Dios con ella, su propia experiencia de fe. Y así es para cada uno de nosotros, para todo cristiano: la fe contiene precisamente la memoria de la historia de Dios con nosotros, la memoria del encuentro con Dios, que es el primero en moverse, que crea y salva, que nos transforma; la fe es memoria de su Palabra que inflama el corazón, de sus obras de salvación con las que nos da la vida, nos purifica, nos cura, nos alimenta. El catequista es precisamente un cristiano que pone esta memoria al servicio del anuncio; no para exhibirse, no para hablar de sí mismo, sino para hablar de Dios, de su amor y su fidelidad. Hablar y transmitir todo aquello que Dios ha revelado. La doctrina en su totalidad. Sin quitar ni agregar.
San Pablo recomienda a su discípulo y colaborador Timoteo sobre todo una cosa: Acuérdate, acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, a quien anuncio y por el que sufro (Cf. 2 Tm 2,8-9). Pero el Apóstol puede decir esto porque él es el primero en acordarse de Cristo, que lo llamó cuando era un perseguidor de los cristianos, lo conquistó y transformó con su gracia.
El catequista, pues, es un cristiano que lleva consigo la memoria de Dios, se deja guiar por la memoria de Dios en toda su vida, y la sabe despertar en el corazón de los otros. Esto requiere esfuerzo. Compromete toda la vida. El mismo Catecismo, ¿qué es sino memoria de Dios, memoria de su actuar en la historia, de su haberse hecho cercano a nosotros en Cristo, presente en su Palabra, en los sacramentos, en su Iglesia, en su amor? Queridos catequistas, les pregunto: ¿Somos nosotros memoria de Dios? ¿Somos verdaderamente como centinelas que despiertan en los demás la memoria de Dios, que inflama el corazón?
3. «¡Ay de los que se fían de Sión!», dice el profeta. ¿Qué camino se ha de seguir para no ser «superficiales», como los que ponen su confianza en sí mismos y en las cosas, sino hombres y mujeres de la memoria de Dios? En la segunda Lectura, san Pablo, dirigiéndose de nuevo a Timoteo, da algunas indicaciones que pueden marcar también el camino del catequista, nuestro camino: Tender a la justicia, a la piedad, a la fe, a la caridad, a la paciencia, a la mansedumbre (Cf. 1 Tm 6,11).
El catequista es un hombre de la memoria de Dios si tiene una relación constante y vital con él y con el prójimo; si es hombre de fe, que se fía verdaderamente de Dios y pone en él su seguridad; si es hombre de caridad, de amor, que ve a todos como hermanos; si es hombre de «hypomoné», de paciencia y de perseverancia, que sabe hacer frente a las dificultades, las pruebas y los fracasos, con serenidad y esperanza en el Señor; si es hombre amable, capaz de comprensión y misericordia.
Pidamos al Señor que todos seamos hombres y mujeres que custodian y alimentan la memoria de Dios en la propia vida y la saben despertar en el corazón de los demás. Amén.

(María Fernanda Bernasconi – RV).

No se puede conocer a Jesús “en primera clase”, dice el Papa.

Tomado de: http://www.news.va/es/news/

2013-09-26 Radio Vaticana

(RV).- Para conocer a Jesús es necesario implicarse con Él. Es cuanto subrayó el Papa Francisco esta mañana en su homilía de la misa celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta. El Santo Padre afirmó que a Jesús no se lo puede conocer en “primera clase”, sino en la vida cotidiana de todos los días. De ahí que el Pontífice indicara los tres lenguajes necesarios para conocer a Jesús, a saber: el de la mente, el del corazón y el de la acción”.
¿Quién es éste, de dónde viene? El Papa Francisco desarrolló su homilía matutina partiendo de la pregunta que Herodes se plantea sobre Jesús. Un interrogante, dijo, que en realidad se plantean todos los que encuentran a Jesús. Y afirmó que es una pregunta “que se puede hacer por curiosidad” o se “puede hacer por seguridad”. A la vez que observó que leyendo el Evangelio vemos que “algunos comienzan a tener miedo de este hombre, porque los puede llevar a un conflicto político con los romanos”. “¿Quién es éste que causa tantos problemas?”. Porque, verdaderamente, dijo el Papa, “Jesús causa problemas”:
“No se puede conocer a Jesús sin tener problemas. Y yo oso decir: ‘Pero si tú quieres tener un problema, ve por el camino de conocer a Jesús. No uno, ¡tantos tendrás!’. ¡Pero es el camino para conocer a Jesús! ¡No se puede conocer a Jesús en primera clase! A Jesús se lo conoce en lo cotidiano de todos los días. No se puede conocer a Jesús en la tranquilidad, ni siquiera en la biblioteca… ¡Conocer a Jesús!”.
Francisco añadió que ciertamente “se puede conocer a Jesús en el Catecismo”, porque “el Catecismo nos enseña tantas cosas sobre Jesús”. Y añadió que “debemos estudiarlo, debemos aprenderlo”. De este modo “conocemos al Hijo de Dios, que ha venido para salvarnos; comprendemos toda la belleza de la historia de la Salvación, del amor del Padre, estudiando el Catecismo”. Y sin embargo, preguntó el Papa, ¿cuántos han leído el Catecismo de la Iglesia Católica desde que ha sido publicado hace más de veinte años?
“Sí, se debe conocer a Jesús en el Catecismo. Pero no es suficiente conocerlo con la mente: es un paso. Pero a Jesús es necesario conocerlo en el diálogo con Él, hablando con Él, en la oración, de rodillas. Si tú no rezas, si tú no hablas con Jesús, no lo conoces. Tú sabes cosas de Jesús, pero no vas con el conocimiento que te da el corazón en la oración. Conocer a Jesús con la mente, el estudio del Catecismo; conocer a Jesús con el corazón, en la oración, en el diálogo con Él. Esto nos ayuda bastante, pero tampoco es suficiente... Hay un tercer camino para conocer a Jesús: es el seguimiento. Ir con Él, caminar con Él”.
Es necesario “andar, recorrer sus caminos, ¡caminando”. Es necesario, afirmó el Papa, “conocer a Jesús con el lenguaje de la acción”. He aquí entonces que se puede conocer verdaderamente a Jesús con estos “tres lenguajes, de la mente, del corazón y de la acción”. Por tanto, si “yo conozco a Jesús así – dijo Francisco al concluir – me implico con Él”:
“No se puede conocer a Jesús sin implicarse con Él, sin jugarse la vida por Él. Cuando tanta gente – también nosotros – se hace esta pregunta: ‘¿Pero quién es éste?’, la Palabra de Dios nos responde: ‘¿Tú quieres conocer quién es éste? Lee lo que la Iglesia te dice de Él, habla con Él en la oración y camina por su camino con Él. De este modo tú conocerás quién es este hombre’. ¡Éste es el camino! ¡Cada uno debe hacer su elección!”.

(María Fernanda Bernasconi – RV).

“Que no nos roben la mirada de María, que está llena de ternura”, dice el Papa en su homilía en el Santuario de Nuestra Señora de Bonaria

Tomado de:  http://www.news.va/es/news/

2013-09-22 Radio Vaticana

(RV).- (Con audio) El Papa Francisco celebró esta mañana la Santa Misa en el Santuario de Nuestra Señora de Bonaria, vinculado de modo especial a su ciudad natal de Buenos Aires al que debe su nombre. Fuera de la basílica el Pontífice mantuvo un encuentro con las autoridades civiles, y otro con los enfermos.
Durante la Misa, al término de la Comunión el Papa se dirigió ante la imagen de la Virgen de Bonaria para realizar un acto de consagración a María, ofreciendo un homenaje floral e incensando la estatua mientras se cantaba el himno Madre Santa.
(MFB – RV).
Texto completo de la homilía del Santo Padre:
Sa paghe ‘e Nostru Segnore siat sempre chin bois
Que la Paz de Nuestro Señor esté siempre con ustedes
Hoy se realiza aquel deseo que había anunciado en la Plaza de San Pedro, antes del verano, de poder visitar el Santuario de Nuestra Señora del Bonaria.
Vine para compartir con ustedes, gozo y esperanza, fatigas y compromisos, ideales y aspiraciones de su isla, y para confirmarlos en la fe. También aquí en Cágliari, como en toda Cerdeña, no faltan dificultades, problemas y preocupaciones, y son tantos: pienso, en particular, en la falta de trabajo y en la precariedad del mismo, y por lo tanto en la incertidumbre del futuro. Cerdeña, su bella región, sufre desde hace mucho tiempo, muchas situaciones de pobreza, acentuadas también por su condición insular. Es necesaria la colaboración leal de parte de todos, con el compromiso de los responsables de las instituciones, también de la Iglesia, para asegurar a las personas y familias los derechos fundamentales y hacer crecer una sociedad más fraterna y solidaria. Asegurar el derecho al trabajo, el derecho a llevar el pan a la casa. Pan ganado con el trabajo. Les estoy muy cercano, los recuerdo en la oración y los aliento a perseverar en el testimonio de los valores, humanos y cristianos, tan profundamente arraigados en la fe y en la historia de este territorio y de su población. “Mantengan siempre encendida la luz de la esperanza”.
He venido en medio de ustedes para ponerme con ustedes a los pies de la Virgen que nos da a su Hijo. Se bien que María, Nuestra Madre, está en sus corazones, como testimonia este Santuario, donde muchas generaciones de sardos han subido – ¡y continuarán subiendo! – para invocar la protección de la Virgen de “Bonaria”, Patrona Máxima de la isla. Aquí ustedes traen las alegrías y sufrimientos de esta tierra, de sus familias, y también de aquellos hijos que viven lejos, que muchas veces partieron con gran dolor y nostalgia para buscar un trabajo y un futuro para ellos y para sus seres queridos. Hoy, todos nosotros aquí reunidos, queremos agradecer a María, porque nos está siempre cercana, queremos renovarle a ella nuestra confianza y nuestro amor.
La Primera Lectura que hemos escuchado nos muestra a María en oración en el Cenáculo, junto a los Apóstoles, en espera de la efusión del Espíritu Santo (Cfr. Hc 1, 12-14). María reza, reza junto a la Comunidad de los Discípulos y nos enseña a tener plena confianza en Dios, en su misericordia. ¡La potencia de la Oración! No nos cansemos de llamar a la puerta de Dios. ¡Llevemos al corazón de Dios a través de María, toda nuestra vida, cada día!
En cambio, en el Evangelio, acogemos sobre todo la última mirada de Jesús hacia su Madre. Desde la cruz, Jesús mira a su Madre y a ella le confía el Apóstol Juan, diciendo: “Éste es tu Hijo”. En Juan estamos todos, también nosotros, y la mirada de Amor de Jesús nos confía a la custodia materna de la Madre. María habrá recordado otra mirada de Amor, cuando era una jovencita: la mirada de Dios Padre, que había mirado su humildad, su pequeñez. María nos enseña que Dios no nos abandona, puede hacer grandes cosas también con nuestra debilidad. ¡Tengamos confianza en Él! Llamemos a la puerta de su corazón.
Y el tercer pensamiento: hoy he venido en medio de ustedes, es más, hemos venido todos juntos para encontrar la mirada de María, porque allí está el reflejo de la mirada del Padre que la hace Madre de Dios, y la mirada del Hijo desde la cruz, que la hace Madre nuestra. Y con aquella mirada hoy María nos mira. Tenemos necesidad de su mirada de ternura, de su mirada materna que nos conoce mejor que cualquier otro, de su mirada llena de compasión y de cuidado. María, hoy queremos decirte: ¡Madre, danos tu mirada! Tu mirada nos lleva a Dios, tu mirada es un don del Padre bueno, que nos espera en cada encrucijada de nuestro camino. Es un don de Jesucristo en la cruz, que carga sobre sí nuestros sufrimientos, nuestras fatigas, nuestros pecados. Y para encontrar este Padre, lleno de amor, hoy le decimos: ¡Madre, danos tu mirada! Lo decimos todos juntos: ¡Madre, danos tu mirada!
En el camino, muchas veces difícil, no estamos solos, somos tantos, somos un pueblo, y la mirada de la Virgen, nos ayuda a mirarnos entre nosotros de modo fraterno. ¡Mirémonos de un modo más fraterno! María nos enseña a tener esa mirada que busca acoger, acompañar, proteger. ¡Aprendamos a mirarnos, los unos a los otros, bajo la mirada materna de María! Hay personas que instintivamente no tenemos en cuenta, y que sin embargo tienen más necesidad: Los más abandonados, los enfermos, aquellos que no tienen de qué vivir, aquellos que no conocen a Jesús, los jóvenes que están en dificultad, que no tienen trabajo. No tengamos miedo de salir y mirar a nuestros hermanos y hermanas con la mirada de la Virgen. Ella nos invita a ser verdaderos hermanos. Y no permitamos que alguna cosa o alguno se interponga entre nosotros y la mirada de la Virgen. ¡Madre, danos tu mirada! ¡Que ninguno nos esconda tu mirada! Nuestro corazón de hijos sepa defenderla de tantas palabras que prometen ilusiones; de aquellos que tienen una mirada ávida de vida fácil, de promesas que no se pueden cumplir. Que no nos roben la mirada de María, que está llena de ternura. Que nos da fuerza, que nos hace solidarios entre nosotros. Digamos todos: ¡Madre, danos tu mirada!

Nostra Segnora ‘e Bonaria bos acumpanzet sempre in sa vida.
¡Madre, danos tu mirada! Que Nuestra Señora de Bonaria los acompañe siempre en sus vidas.

La beatificación del Cura Brochero es una alegría y una bendición muy grande para los argentinos y devotos de este pastor con olor a oveja, escribe el Papa

Tomado de: http://www.news.va/es/

 2013-09-14 Radio Vaticana

(RV).- (Con audio)   El Papa Francisco envió este 14 de septiembre un mensaje dirigido a Mons. José María Arancedo, Arzobispo de Santa Fe y Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina con motivo de la beatificación del Cura Brochero.
El Papa escribe: “Me hace bien imaginar hoy a Brochero párroco en su mula malacara, recorriendo los largos caminos áridos y desolados de los 200 kilómetros cuadrados de su parroquia, buscando casa por casa a los bisabuelos y tatarabuelos de ustedes, para preguntarles si necesitaban algo y para invitarlos a hacer los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola. Conoció todos los rincones de su parroquia. No se quedó en la sacristía a peinar ovejas.
Y añade: “El Cura Brochero tiene la actualidad del Evangelio, es un pionero en salir a las periferias geográficas y existenciales para llevar a todos el amor, la misericordia de Dios. No se quedó en el despacho parroquial, se desgastó sobre la mula y acabó enfermando de lepra, a fuerza de salir a buscar a la gente, como un sacerdote callejero de la fe. Esto es lo que Jesús quiere hoy, discípulos misioneros, ¡callejeros de la fe!”.
Texto completo de la carta del Papa Francisco
Que finalmente el Cura Brochero esté entre los beatos es una alegría y una bendición muy grande para los argentinos y devotos de este pastor con olor a oveja, que se hizo pobre entre los pobres, que luchó siempre por estar bien cerca de Dios y de la gente, que hizo y continúa haciendo tanto bien como caricia de Dios a nuestro pueblo sufrido.
Me hace bien imaginar hoy a Brochero párroco en su mula malacara, recorriendo los largos caminos áridos y desolados de los 200 kilómetros cuadrados de su parroquia, buscando casa por casa a los bisabuelos y tatarabuelos de ustedes, para preguntarles si necesitaban algo y para invitarlos a hacer los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola. Conoció todos los rincones de su parroquia. No se quedó en la sacristía a peinar ovejas.
El Cura Brochero era una visita del mismo Jesús a cada familia. Él llevaba la imagen de la Virgen, el libro de oraciones con la Palabra de Dios, las cosas para celebrar la Misa diaria. Lo invitaban con mate, charlaban y Brochero les hablaba de un modo que todos lo entendían porque le salía del corazón, de la fe y el amor que él tenía a Jesús.
José Gabriel Brochero centró su acción pastoral en la oración. Apenas llegó a su parroquia, comenzó a llevar a hombres y mujeres a Córdoba para hacer los ejercicios espirituales con los padres jesuitas. ¡Con cuánto sacrificio cruzaban primero las Sierras Grandes, nevadas en invierno, para rezar en Córdoba capital! Después, ¡cuánto trabajo para hacer la Santa Casa de Ejercicios en la sede parroquial! Allí, la oración larga ante el crucifijo para conocer, sentir y gustar el amor tan grande del corazón de Jesús, y todo culminaba con el perdón de Dios en la confesión, con un sacerdote lleno de caridad y misericordia. ¡Muchísima misericordia!
Este coraje apostólico de Brochero lleno de celo misionero, esta valentía de su corazón compasivo como el de Jesús que lo hacía decir: «¡Guay de que el diablo me robe un alma!», lo movió a conquistar también para Dios a personas de mala vida y paisanos difíciles. Se cuentan por miles los hombres y mujeres que, con el trabajo sacerdotal de Brochero, dejaron el vicio y las peleas. Todos recibían los sacramentos durante los ejercicios espirituales y, con ellos, la fuerza y la luz de la fe para ser buenos hijos de Dios, buenos hermanos, buenos padres y madres de familia, en una gran comunidad de amigos comprometidos con el bien de todos, que se respetaban y ayudaban unos a otros.
En una beatificación es muy importante su actualidad pastoral. El Cura Brochero tiene la actualidad del Evangelio, es un pionero en salir a las periferias geográficas y existenciales para llevar a todos el amor, la misericordia de Dios. No se quedó en el despacho parroquial, se desgastó sobre la mula y acabó enfermando de lepra, a fuerza de salir a buscar a la gente, como un sacerdote callejero de la fe. Esto es lo que Jesús quiere hoy, discípulos misioneros, ¡callejeros de la fe!
Brochero era un hombre normal, frágil, como cualquiera de nosotros, pero conoció el amor de Jesús, se dejó trabajar el corazón por la misericordia de Dios. Supo salir de la cueva del «yo-me-mi-conmigo-para mí» del egoísmo mezquino que todos tenemos, venciéndose a sí mismo, superando con la ayuda de Dios esas fuerzas interiores de las que el demonio se vale para encadenarnos a la comodidad, a buscar pasarla bien en el momento, a sacarle el cuerpo al trabajo. Brochero escuchó el llamado de Dios y eligió el sacrificio de trabajar por su Reino, por el bien común que la enorme dignidad de cada persona se merece como hijo de Dios, y fue fiel hasta el final: continuaba rezando y celebrando la misa incluso ciego y leproso.
Dejemos que el Cura Brochero entre hoy, con mula y todo, en la casa de nuestro corazón y nos invite a la oración, al encuentro con Jesús, que nos libera de ataduras para salir a la calle a buscar al hermano, a tocar la carne de Cristo en el que sufre y necesita el amor de Dios. Solo así gustaremos la alegría que experimentó el Cura Brochero, anticipo de la felicidad de la que goza ahora como beato en el cielo.
Pido al Señor les conceda esta gracia, los bendiga y ruego a la Virgen Santa que los cuide.
Afectuosamente,Francisco

No es fácil para los cristianos vivir según los principios y las virtudes inspiradas por Jesús

Tomado de: https://www.facebook.com/news.va.es

“No es fácil -dijo el Papa Francisco en la misa celebrada el jueves 12 de septiembre en la capilla de Santa Marta-, pero es posible”: basta con “contemplar a Jesús sufriente y la humanidad sufriente” y vivir “una vida escondida en Dios con Jesús”.

La reflexión del Santo Padre se inspiró en la celebración de la memoria litúrgica del nombre de María. “Hoy -recordó- festejamos la onomástica de la Virgen. El santo nombre de María. Una vez esta fiesta se llamaba el dulce nombre de María y hoy en la oración hemos pedido la gracia de experimentar la fuerza y la dulzura de María. Después cambió, pero en la oración ha permanecido esta dulzura de su nombre. Tenemos necesidad hoy de la dulzura de la Virgen para entender estas cosas que Jesús nos pide. Es un elenco no fácil de vivir: amad a los enemigos, haced el bien, prestad sin esperar nada, a quien te golpea la mejilla ofrécele también la otra, a quien te quita el manto no le rehúses la túnica. Son cosas fuertes. Pero todo esto, a su modo, lo vivió la Virgen: la gracia de la mansedumbre, la gracia de la apacibilidad” .

“El apóstol Pablo -prosiguió el Papa- insiste en el mismo tema: ‘Hermanos, elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo’” (Colosenses 3, 12-17). Cierto -observó el Pontífice-, se nos pide mucho y por ello la primera pregunta que surge espontáneamente es: “¿Pero cómo puedo hacer esto? ¿Cómo me preparo para hacer esto? ¿Qué debo estudiar para hacer esto?”. La respuesta para el Santo Padre es clara: “Nosotros, con nuestro esfuerzo, no podemos hacerlo. Sólo una gracia puede hacerlo en nosotros. Nuestro esfuerzo ayudará; es necesario, pero no suficiente”.

“El apóstol Pablo en estos días nos ha hablado a menudo de Jesús -continuó-. Jesús como la totalidad del cristiano, Jesús como el centro del cristiano, Jesús como la esperanza del cristiano, porque es el esposo de la Iglesia y trae esperanza para ir adelante; Jesús como vencedor sobre el pecado, sobre la muerte. Jesús vence y ha ido al cielo con su victoria”. Al respecto el apóstol nos enseña algo: “nos dice: ‘Hermanos, si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios’”.

Es éste “el camino para hacer lo que el Señor nos pide: esconder nuestra vida con Cristo en Dios”, repitió el Papa. Y ello debe renovarse en cada una de nuestras actitudes cotidianas, pues sólo si tenemos el corazón y la mente dirigidos al Señor, “triunfador sobre el pecado, sobre la muerte”, podemos hacer lo que Él nos pide.

Apacibilidad, humildad, bondad, ternura, mansedumbre, magnanimidad son todas virtudes que se necesitan para seguir el camino indicado por Cristo. Recibirlas es “una gracia. Una gracia -especificó el Santo Padre- que viene de la contemplación de Jesús”. No por casualidad nuestros padres y nuestras madres espirituales -indicó- nos han enseñado cuán importante es contemplar la pasión del Señor.

“Sólo contemplando la humanidad sufriente de Jesús -repitió- podemos hacernos mansos, humildes, tiernos como Él. No hay otro camino”. Ciertamente tendremos que hacer el esfuerzo de “buscar a Jesús; pensar en su pasión, en cuánto sufrió; pensar en su silencio manso”. Este será nuestro esfuerzo, recalcó; después “de lo demás se encarga Él, y hará todo lo que falta. Pero tú debes hacer esto: esconder tu vida en Dios con Cristo”.

Así que, para ser buenos cristianos, es necesario contemplar siempre la humanidad de Jesús y la humanidad sufriente. “¿Para dar testimonio? Contempla a Jesús. ¿Para perdonar? Contempla a Jesús sufriente. ¿Para no odiar al prójimo? Contempla a Jesús sufriente. ¿Para no murmurar contra el prójimo? Contempla a Jesús sufriente. No hay otro camino”, insistió el Papa, recordando que estas virtudes son las mismas del Padre, “que es bueno, manso y magnánimo, que nos persona siempre”, y las mismas de la Virgen, nuestra Madre. No es fácil, pero es posible. “Encomendémonos a la Virgen. Y cuando hoy la felicitemos por su onomástica -concluyó- pidámosle que nos dé la gracia de experimentar su dulzura”.